La Ciudad de Dios (ca. 420), San Agustín
Daniel Hurtado Yépiz
28 de Enero del 2015
La Ciudad de Dios de San Agustín nos relata principalmente sobre dos ciudades, una de Dios y otra terrenal. En la terrenal, el amor es a sí mismo, al hombre, por lo tanto se termina despreciando a Dios, mientras que en la de Dios, se pone la fe y se ama a Dios y se termina despreciando a uno mismo.
San Agustín dice, que la vida eterna se vivirá dependiendo de la suma de nuestros bienes o males, por ello, lo mejor es que realicemos siempre el bien para asegurar una buena vida eterna y evitar la mala. Él afirma que los pensamientos y las opiniones del hombre y de los sabios no sirven, puesto que Dios es quien lo hizo todo como está y Él es la respuesta a todo.
Hay quienes llevan una vida bienaventurada, y quienes no es porque temen a lo que pueda suceder, entonces se sabe que los males que dicen que hay que huir de la vida son efectivamente males.
La muerte es algo que no se va a evitar, pero a veces los males parecen ser más fuertes que nuestra propia fortaleza, y algunos hacen que la muerte llegue en ese momento.
Según San Agustín, vivimos sin la presencia de la salvación, y por ello, sin la presencia de la bienaventuranza, porque esperamos a que llegue en un futuro por medio de la virtud de la paciencia, ya que todos vivimos entre los males y los trabajos, y hay que resignarnos y conformarnos hasta que poseamos esos bienes hasta que seamos tan felices que no haya nada que nos haga sufrir.
Habla de los juicios realizados de hombres a hombres, los cuales son realizados sin saber las consecuencias de los sentenciados, lo que a veces los jueces son forzados a buscar la verdad en cada caso. Dice que la ignorancia del juez es el terror del acusado, porque cuando no se sabe la culpabilidad el acusado es atormentado y sufre una pena cierta por una culpa incierta.
La diferentes lenguas habladas por el hombre hacen más difícil la comunicación entre ellos mismos, por lo que, en comparación, San Agustín dice que es más fácil que dos animales mudos (siendo de diferente especie) se junten a que lo hagan dos hombres que no hablan la misma lengua.
Él piensa que la amistad entre los buenos no es segura, por culpa de los males de la vida. Podemos tener como mejor amigo a nuestro enemigo, o viceversa, entonces lo que nos consuela en la sociedad humana es la verdadera fe y el amor entre los buenos amigos. Nos dice que la amistad de los ángeles buenos no puede ser dada a los hombres por los engaños de los demonios.
Nos dice que en la casa donde no hay fe, se vive la vida temporal, mientras que en la casa donde sí la hay, esperan los bienes que les fueron prometidos en la vida eterna. La doctrina del Cielo reprueba a los sabios de lo terrenal diciendo que ellos (los sabios) pensaron así, o fueron engañados por los demonios.
San Agustín dice, que la vida eterna se vivirá dependiendo de la suma de nuestros bienes o males, por ello, lo mejor es que realicemos siempre el bien para asegurar una buena vida eterna y evitar la mala. Él afirma que los pensamientos y las opiniones del hombre y de los sabios no sirven, puesto que Dios es quien lo hizo todo como está y Él es la respuesta a todo.
Hay quienes llevan una vida bienaventurada, y quienes no es porque temen a lo que pueda suceder, entonces se sabe que los males que dicen que hay que huir de la vida son efectivamente males.
La muerte es algo que no se va a evitar, pero a veces los males parecen ser más fuertes que nuestra propia fortaleza, y algunos hacen que la muerte llegue en ese momento.
Según San Agustín, vivimos sin la presencia de la salvación, y por ello, sin la presencia de la bienaventuranza, porque esperamos a que llegue en un futuro por medio de la virtud de la paciencia, ya que todos vivimos entre los males y los trabajos, y hay que resignarnos y conformarnos hasta que poseamos esos bienes hasta que seamos tan felices que no haya nada que nos haga sufrir.
Habla de los juicios realizados de hombres a hombres, los cuales son realizados sin saber las consecuencias de los sentenciados, lo que a veces los jueces son forzados a buscar la verdad en cada caso. Dice que la ignorancia del juez es el terror del acusado, porque cuando no se sabe la culpabilidad el acusado es atormentado y sufre una pena cierta por una culpa incierta.
La diferentes lenguas habladas por el hombre hacen más difícil la comunicación entre ellos mismos, por lo que, en comparación, San Agustín dice que es más fácil que dos animales mudos (siendo de diferente especie) se junten a que lo hagan dos hombres que no hablan la misma lengua.
Él piensa que la amistad entre los buenos no es segura, por culpa de los males de la vida. Podemos tener como mejor amigo a nuestro enemigo, o viceversa, entonces lo que nos consuela en la sociedad humana es la verdadera fe y el amor entre los buenos amigos. Nos dice que la amistad de los ángeles buenos no puede ser dada a los hombres por los engaños de los demonios.
Nos dice que en la casa donde no hay fe, se vive la vida temporal, mientras que en la casa donde sí la hay, esperan los bienes que les fueron prometidos en la vida eterna. La doctrina del Cielo reprueba a los sabios de lo terrenal diciendo que ellos (los sabios) pensaron así, o fueron engañados por los demonios.