Reflexiones
de la Revolución en Francia, de Edmund Burke
Daniel
Hurtado Yépiz
19 de
Marzo del 2015
Edmund Burke nació en Dublín en 1729, y fue un político,
escritor y filósofo, quien sirvió por muchos años en la Casa de Comunes de Gran
Bretaña. Una de sus obras es Las Reflexiones de la Revolución en Francia
publicada en 1790.
En las Reflexiones de la Revolución en Francia, Burke
muestra su desprecio por tal evento, acusa que las acciones ocurridas en esta
revolución no fueron correctas ni éticas, y que terminaría en desastre puesto
que el movimiento no veía por los derechos de todos los hombres.
Alegaba que no era cierta la supuesta defensa de los
derechos del hombres porque, por ejemplo, se llevaron a cabo secuestros como el
de los monarcas de Versalles, llevados a París mientras sostenían palos con
cabezas de miembros del palacio en las puntas.
Burke escribe sobre su descontento sobre el movimiento y
las personas que lo ejecutan, porque sus ideales son radicales y erróneos. Por
ejemplo, dice que los liberales que apoyan la Revolución piensan que todo lo
que es viejo es malo, todo aquello que “huele” a antiguo puede estar corrompido
u obsoleto, dando importancia sólo a lo nuevo, a las nuevas ideas, un nuevo
gobierno con nuevos representantes.
Burke afirmaba que el sistema político inglés nunca
estaba en un determinado tiempo (ni viejo, ni maduro ni joven), sino que avanza
mediante la decadencia, la renovación y el desarrollo, porque “en lo que
mejoramos nunca somos completamente nuevos”, porque habíamos empezado con ello
(ahí éramos nuevos), “y en lo que retenemos nunca somos completamente caducos”,
porque aunque lo dejamos está aún presente en nosotros.
Para Burke, el papel de la Iglesia es fundamental para el
Estado, por lo que acusaba a la Revolución por quitarle los bienes a la Iglesia
para la emisión de papel moneda y la constitución civil del clero.
Actualmente, sabemos que las consecuencias de la
Revolución Francesa fueron en su mayoría positivas, porque en ella se probó que
era viable otra forma de gobierno que la antigua, que el gobierno del pueblo y
con representatividad es más justo, que la aristocracia de la época no veía por
los intereses del pueblo ni le importaba la igualdad; pero posiblemente en los
tiempos de la publicación de esta obra esta tuvo sentido, puesto que la
Revolución no había acabado.
Burke
afirmaba que sólo las personas sabias e intelectuales, así como lo pensaban
Platón y otros filósofos, eran quienes debían ser la autoridad en el gobierno,
descreditando el poder del pueblo por el que se luchaba en la Revolución
Francesa.
Con Burke, las ideologías conservadoras toman fuerza contra las liberales; así como la clasificación por clases, de la cual la más alta es la que debe gobernar.
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